Cuando era adolecente Emilio Salgari y Julio Verne eran mis lecturas preferidas. Esta narrativa juvenil de comienzos del siglo XX tenía la inmensa capacidad para transportarnos a mundos desconocidos y misteriosos. Para quienes la televisión fue un invento tardío en nuestra infancia, Sandokan fue por ejemplo, uno de estos personajes aventureros osados y paladines de la justicia salido de una de esas obras, que nos emebelezaba, y llenaba nuestras horas de ocio y juego.
Desde entonces, los Mares del Sur se conviertieron en algo mítico para mi. Me imaginaba un mar diferente a mi calmado, brillante y transparente Caribe. Tal vez sería un mar azul intenso, mas profundo que todos los demás, de inmensas y peligrosas olas, con tiburones y barcos piratas, que rodeaba islas inhóspitas de antropófagos y animales desconocidos.Tampoco pude nunca saber con precisión a cuál de los océanos se refería, si al Atlantico sur, al Pacífico o al Indigo. Pero el tiempo pasó y poco a poco estas inquietudes se fueron diluyendo en la memoria de mi infancia. Hasta allí llegó mi recuerdo y curiosidad, los Mares del Sur reposaron al lado de la Patasola, el Coco, Pulgarcito y la Atlántida.
Éste diciembre pasamos las vacaciones de verano en Australia, aprovechando la estadía de Juan Andrés en Sydney. Estando allí decidimos conocer un poco mas de este hermoso y exótico continente DownUnder. Asi que mirando las oportunidades de viaje en este congestionado mes, tomamos la opción de ir por tierra desde Sydney a Canberra, su capital, luego a Melbourne y desde allí volar a Tasmania, la isla australiana del sur (mas aún).
Pues vaya vaya!!! esta isla es ni mas ni menos que un eje de esos famosos Mares del Sur que tanto visité con mi imaginación de adolecente. Y Tasmania sería tal vez uno de esos lugares fantásticos de aborígenes raros y animales desconocidos como el Demonio de Tasmania.
Desde que aterrizamos en el aeropuerto de Launceston tuvimos la certeza de llegar a un lugar especial. Si bien la arquitectura de la isla, como la de todo el Este del continente se asemeja a las construcciones inglesas regadas por paises de la hoy Commonwealth (las he visto en Canadá tambien) dejando huella de siglos de colonia, en el aire se podía percibir una atmosfera particular, una humedad, un olor a otra latitud y a otros cielos.
Tasmania es hoy un lugar turístico que recibe miles de visitantes cada verano (diciembre a marzo) y dispone de todas las condiciones para ofrecer unas vacaciones extrañas y exóticas. La geografía le ayuda, pues es una isla sembrada entre los Mares del Sur, que por fin pude conocer de primera mano, sentir y disfrutar a plenitud. Estos, son mares definitivamente australes, van desde la costa sur de Australia hasta la Antártida. Conmueve su azul profundo, su brillo especial, su turbulento y brioso oleaje y sus corrientes misteriosas. El nombre propio es Tasman Sea. Tal cual lo imaginé, no hay muchas playas, pues las costas son acantiladas permitiendo que este mar impetuoso retumbe contra la rocosa tierra firme en un estruendoso encuentro que genera una permanente lluvia brillante de gotas aguamarinas que emergen de 5 a 10 metros de altura.
Los cuatro felices viajeros en el catamarán subiendo por el rio Gordon
Lorna posando al lado del ferry en devonport
Shefield estaba en nuestra ruta simplemente porque era un lugar recomendado para pasar la noche. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrimos que cientos de sus paredes han sido convertidas en murales con escenas de su cultura y de su historia, al igual que el pequeño pueblo de Chemainus en la Isla Vancouver de BC, en Canadá. Fue una estadía maravillosa que nos recordó nuestra época de estudiantes, cuando Chemainus era una de nuestras metas de verano.
Finalizamos nuestro viaje por Tasmania dedicando un día a la ruta del vino en el Tamar Valley y descubriendo que esta industria tiene un inmenso mercado gourmet en Europa. Fue un día de total entrega al paladar y a la dicha de andar entre viñedos y botellas de diferentes tipos y cosechas. Y para despedirnos, la última noche en Launceston nos dimos un merecido relax en los Roman Baths, donde disfrutamos del agua como placer en todas sus formas.
Tasmania quedó marcada para siempre en nuestro mapa de rutas, pero sobre todo, en nuestra piel y en nuestra imaginación. Creo que en ninguna otra parte del mundo volveremos a ver en una carretera un aviso preventivo que reza: "Tenga cuidado, no pare, canguros en la via, si para, pueden alzar su automóvil" ¿Qué tal? Por su puesto que ni de riesgos paramos, preferimos luego, ir a verlos en el Taronga Zoo.
Desde entonces, los Mares del Sur se conviertieron en algo mítico para mi. Me imaginaba un mar diferente a mi calmado, brillante y transparente Caribe. Tal vez sería un mar azul intenso, mas profundo que todos los demás, de inmensas y peligrosas olas, con tiburones y barcos piratas, que rodeaba islas inhóspitas de antropófagos y animales desconocidos.Tampoco pude nunca saber con precisión a cuál de los océanos se refería, si al Atlantico sur, al Pacífico o al Indigo. Pero el tiempo pasó y poco a poco estas inquietudes se fueron diluyendo en la memoria de mi infancia. Hasta allí llegó mi recuerdo y curiosidad, los Mares del Sur reposaron al lado de la Patasola, el Coco, Pulgarcito y la Atlántida.
Éste diciembre pasamos las vacaciones de verano en Australia, aprovechando la estadía de Juan Andrés en Sydney. Estando allí decidimos conocer un poco mas de este hermoso y exótico continente DownUnder. Asi que mirando las oportunidades de viaje en este congestionado mes, tomamos la opción de ir por tierra desde Sydney a Canberra, su capital, luego a Melbourne y desde allí volar a Tasmania, la isla australiana del sur (mas aún).
Pues vaya vaya!!! esta isla es ni mas ni menos que un eje de esos famosos Mares del Sur que tanto visité con mi imaginación de adolecente. Y Tasmania sería tal vez uno de esos lugares fantásticos de aborígenes raros y animales desconocidos como el Demonio de Tasmania.
Desde que aterrizamos en el aeropuerto de Launceston tuvimos la certeza de llegar a un lugar especial. Si bien la arquitectura de la isla, como la de todo el Este del continente se asemeja a las construcciones inglesas regadas por paises de la hoy Commonwealth (las he visto en Canadá tambien) dejando huella de siglos de colonia, en el aire se podía percibir una atmosfera particular, una humedad, un olor a otra latitud y a otros cielos.
Tasmania es hoy un lugar turístico que recibe miles de visitantes cada verano (diciembre a marzo) y dispone de todas las condiciones para ofrecer unas vacaciones extrañas y exóticas. La geografía le ayuda, pues es una isla sembrada entre los Mares del Sur, que por fin pude conocer de primera mano, sentir y disfrutar a plenitud. Estos, son mares definitivamente australes, van desde la costa sur de Australia hasta la Antártida. Conmueve su azul profundo, su brillo especial, su turbulento y brioso oleaje y sus corrientes misteriosas. El nombre propio es Tasman Sea. Tal cual lo imaginé, no hay muchas playas, pues las costas son acantiladas permitiendo que este mar impetuoso retumbe contra la rocosa tierra firme en un estruendoso encuentro que genera una permanente lluvia brillante de gotas aguamarinas que emergen de 5 a 10 metros de altura.
Dos terceras partes de la Isla son Parques Nacionales diseñados para recibir turismo ecológico, que aqui encuentra su paraíso, pues hay tanto atracciones naturales: montañas, bravíos ríos en medio de bosques, cuevas, acantilados, lagunas; como otras construídas por el hombre: viejas ciudades subterráneas a varios metros bajo tierra hechas de infinitos corredores, otrora minas de cobre, en Queenstown, por ejemplo, pequeñísima aldea.
Los cuatro felices viajeros en el catamarán subiendo por el rio Gordon
Nuestro recorrido nos llevó a la costa Oeste para navegar el Río Gordon, tomando el ferry en Strahan y visitando lo que fuera uno de las famosas cárceles del siglo XIX. La comida inspirada en los fish&chips ingleses, adapta su rebozado a toda clase de mariscos de aguas frías. Decir "papas" en Tasmania es decir "chips", si uno las desea en otra forma, tiene que especificar (hervidas u horneadas). De allí nos fuimos al norte para conocer Devonport, el lugar donde llega el ferry Spirit of Tasmania que parte diariamente de Melbourne y que atravieza este canal, el Bass Strait, que en el mapa se ve muy cerca, pero que requiere 32 horas de navegación o una hora y media de vuelo; es realmente lejos, otro mundo. Es famoso por su faro rojo y blanco que contrasta con el mar azul profundo. Tiene además algunas playas donde se practica el surfing, - deporte nacional australiano - y puede verse a lo largo de la costa en el verano, cientos de niñitos desde los 4 años con sus madres, aprendiendo a surfear en los lugares mas seguros, !Es todo un espectáculo!! Cerca a Devonport está Burnie, una ciudad industrial que tiene una famosa fábrica de papel reciclado Creative Paper, que vale la pena conocer.
Lorna posando al lado del ferry en devonport
Finalizamos nuestro viaje por Tasmania dedicando un día a la ruta del vino en el Tamar Valley y descubriendo que esta industria tiene un inmenso mercado gourmet en Europa. Fue un día de total entrega al paladar y a la dicha de andar entre viñedos y botellas de diferentes tipos y cosechas. Y para despedirnos, la última noche en Launceston nos dimos un merecido relax en los Roman Baths, donde disfrutamos del agua como placer en todas sus formas.
Tasmania quedó marcada para siempre en nuestro mapa de rutas, pero sobre todo, en nuestra piel y en nuestra imaginación. Creo que en ninguna otra parte del mundo volveremos a ver en una carretera un aviso preventivo que reza: "Tenga cuidado, no pare, canguros en la via, si para, pueden alzar su automóvil" ¿Qué tal? Por su puesto que ni de riesgos paramos, preferimos luego, ir a verlos en el Taronga Zoo.
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