Juanita Pérez Adelman es una artista colombiana en donde se encuentre. Sus hermosos cuadros evidencian su procedencia y un recorrido vital, de una belleza y una profundidad que se sienten a flor de piel. Cada una de sus exposiciones expresa la manera como Juana recoje, registra, elabora, transforma y plasma con colores, texturas y formas que erizan, una etapa de su vida, de su relación con el mundo, con su Colombia, con sus hijas andantes del planeta y su familia dispersa por el continente.
He repasado con mi mirada los cuadros que cuelgan de las paredes de su vieja casa de Las Lomas en México DF, donde se estableció y creció una familia hace 20 años. Cuadros que retiene de sus exitosas exposiciones, en las cuales generalmente queda debiendo obra a sus compradores. He leido sus entrevistas en múltiples publicaciones, algunas colgadas en Portales de Internet, fáciles de encontrar porque su nombre aparece lleno de referencias en cualquier buscador.
Luego, he tenido la oportunidad de presenciar una entrevista que le ha hecho una experta canadiense en artes, mientras pasaban revista a su última exposición. También he podido degustar minuto a minuto de una semana y centímetro a centímetro, esa hermosa casa que fue su habitación y su estudio por dos décadas. Pude apreciar su sensibilidad no solo en su obra, sino en la manera como ha seleccionado y organizado lo mejor de artistas y artesanos colombianos, mexicanos, latinoamericanos para decorar su casa y crear un ambiente cálido y agradable.
Y su conversación, una larga conversación que se inició a comienzos de los sesenta, cuando éramos unas preadolecentes comenzando bachillerato en el SPS de Bogotá y que nunca, en estos mas de cuarenta años se ha suspendido. Conversación que me lleva por las profundidades del alma y de la sensibilidad de alguien que siempre avanza, descubriendo, creando, encontrando y disfrutando a fondo su oficio y regalándonos cada vez, cosas con nuevas entradas, nuevas aristas, nuevas comprensiones de esta realidad que vivimos a diario.
Alguien que conozco y que siento amar desde siempre, pero que no solo por eso, hoy me suscita la mas grande admiración.
Menos mal que no soy yo la que ha escrito varias décadas sobre ella y le ha hecho reconocimientos y gran crítica a su obra. No soy una experta, soy solo una persona mas, que disfruta el buen arte, como cualquiera. Y eso es precisamente lo maravilloso, que Juana ha logrado mantenerme, como a muchos otros, fascinada durante cuarenta años con su trabajo, siempre refrescante, cuestionador, profundo, interpelador.
Extraño su presencia en mi vida cotidiana. Pero hoy, estoy feliz de haber compartido con ella su última exposición, antes de colgarla, y su nuevo hogar, una villa maravillosa, Ámate, al lado del famoso Tepozteco, en la periferia de Tepoztlan, entre montañas rocosas rojas y brillantes.
Quiero compartir con todos mis amigos y lectores, algunas de sus últimas obras. Espero que, aún con las limitaciones propias del medio, las difruten.
Sugiero navegar en un buscador para ver un poco mas de su trabajo.
He repasado con mi mirada los cuadros que cuelgan de las paredes de su vieja casa de Las Lomas en México DF, donde se estableció y creció una familia hace 20 años. Cuadros que retiene de sus exitosas exposiciones, en las cuales generalmente queda debiendo obra a sus compradores. He leido sus entrevistas en múltiples publicaciones, algunas colgadas en Portales de Internet, fáciles de encontrar porque su nombre aparece lleno de referencias en cualquier buscador.
Luego, he tenido la oportunidad de presenciar una entrevista que le ha hecho una experta canadiense en artes, mientras pasaban revista a su última exposición. También he podido degustar minuto a minuto de una semana y centímetro a centímetro, esa hermosa casa que fue su habitación y su estudio por dos décadas. Pude apreciar su sensibilidad no solo en su obra, sino en la manera como ha seleccionado y organizado lo mejor de artistas y artesanos colombianos, mexicanos, latinoamericanos para decorar su casa y crear un ambiente cálido y agradable.
Y su conversación, una larga conversación que se inició a comienzos de los sesenta, cuando éramos unas preadolecentes comenzando bachillerato en el SPS de Bogotá y que nunca, en estos mas de cuarenta años se ha suspendido. Conversación que me lleva por las profundidades del alma y de la sensibilidad de alguien que siempre avanza, descubriendo, creando, encontrando y disfrutando a fondo su oficio y regalándonos cada vez, cosas con nuevas entradas, nuevas aristas, nuevas comprensiones de esta realidad que vivimos a diario.
Alguien que conozco y que siento amar desde siempre, pero que no solo por eso, hoy me suscita la mas grande admiración.
Menos mal que no soy yo la que ha escrito varias décadas sobre ella y le ha hecho reconocimientos y gran crítica a su obra. No soy una experta, soy solo una persona mas, que disfruta el buen arte, como cualquiera. Y eso es precisamente lo maravilloso, que Juana ha logrado mantenerme, como a muchos otros, fascinada durante cuarenta años con su trabajo, siempre refrescante, cuestionador, profundo, interpelador.
Extraño su presencia en mi vida cotidiana. Pero hoy, estoy feliz de haber compartido con ella su última exposición, antes de colgarla, y su nuevo hogar, una villa maravillosa, Ámate, al lado del famoso Tepozteco, en la periferia de Tepoztlan, entre montañas rocosas rojas y brillantes.
Quiero compartir con todos mis amigos y lectores, algunas de sus últimas obras. Espero que, aún con las limitaciones propias del medio, las difruten.
Sugiero navegar en un buscador para ver un poco mas de su trabajo.
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